divendres, 29 d’octubre del 2021

GRACIAS, ESTIMADO PROFESOR

 

Estimado profesor don Francisco:

Le escribo estas líneas en agradecimiento a su labor como docente. Las asignaturas que usted llevaba en el Grado de Español: Lengua y Literaturas me ayudaron a convencerme para ser profesor. Cuando llegué a la Universidad de Alicante dudaba en si serviría para dedicarme a la enseñanza y -gracias a sus consejos, su ayuda en motivarme y su forma de enseñar- terminé por decidirme del todo. Tengo que comunicarle que actualmente estoy matriculado en el Máster de Educación para lograr mi objetivo, y todo lo que me aconsejaba en relación a la labor del profesor lo estoy viendo reflejado en lo que nos dicen los docentes de las asignaturas del máster. Ser profesor es todo un reto complicado, no cabe duda, y supone tener vocación además de ciertos conocimientos de la psicología de los adolescentes. En este momento me acuerdo de mi padre que fue docente durante toda su vida. Yo iba como alumno al colegio que él dirigía, y, por tanto, mi vida está vinculada a los centros de enseñanza desde que tenía cuatro años. He de reconocer que sufrí acoso escolar como tantos otros niños y que pasé de ser un alumno que sacaba muy buenas notas a empezar a fracasar en los estudios y en mis relaciones personales. El tiempo pasó y superé todo aquello, retomando mi aprendizaje escolar ya de adulto. De hecho, empecé la carrera con treinta y cinco años, pero nunca es tarde como usted dice, profesor. Al plantearme cómo actuaré cuando yo lo sea, me viene a la memoria lo que usted ya sabe de ese acoso, habitualmente expresado hoy en día con el anglicismo bullying. Por este motivo, a la pasión que me hizo sentir con la poesía y a los aspectos lingüísticos que debe conocer un alumno, tengo que añadir que también me motiva ser profesor para intentar evitar que los niños y adolescentes sufran acoso escolar. Sé que no es nada fácil hacerlo, pero si consigo ayudar en ese aspecto al menos a un alumno, mi tarea de docente será totalmente plena. Ayer me gradué, ya sabe que por la pandemia no tuvimos acto, y me acordé mucho de usted. Hoy me he levantado con la ilusión de mandarle estas líneas y reiterarle lo que ya le dije en persona en su momento: “Le estaré agradecido toda mi vida”.

Reciba un cordial saludo de su alumno que le aprecia:

José Pérez Iborra.

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divendres, 22 d’octubre del 2021

Mi primer profesor de árabe

 

Durante mi niñez y adolescencia, más de una vez pensé que podría dedicarme a enseñar en el futuro. Durante la educación primaria y, especialmente, la secundaria, tuve muchas profesoras que me sirvieron de referente y a quienes yo me quería parecer. Sin embargo, no fue hasta unos años después que me di cuenta de que la docencia podía ser algo donde encajar y poder aportar. En parte, me di cuenta gracias a Jose, mi primer profesor de árabe. En aquel entonces, yo estudiaba segundo de bachillerato artístico en el centro de siempre, concertado y pobre en muchos sentidos (uno de ellos: la oferta de asignaturas). A mí me indignaba no tener la oportunidad, porque en ese momento yo solo sentía que me la arrebataban, de estudiar griego.

Probablemente, la sed que yo tenía de letras, de palabras para entender el mundo, me llevó a matricularme en la eoi, el primer centro ajeno al de mi barrio, el que me había conocido en todas mis etapas. Recuerdo la primera clase de árabe que tuve con Jose: su acento, la copia que nos dio al alumnado con el alifato, el alfabeto árabe, la introducción que nos hizo a esta lengua.... También pienso en cuánto sabía y cómo nos transmitía su pasión por la lengua. Sus conocimientos eran muchos y muy variados, sobre muchos temas, y sabía enseñar. Siempre lo vi como alguien que sabe guiar a las personas a las que enseña. Quizá por ese motivo acabé en estudios árabes y salí del barrio para estudiar en la universidad; y más tarde, con la ayuda de becas, salí del país para estudiar en Túnez. Descubrí, conocí, me nutrí de muchas cosas que tenían y no tenían que ver con la lengua. Viví y volví a estudiar lejos de mi barrio y entendí y mis ojos pequeños (però ametlaets, que decía mi abuela) se abrían cada vez más a diferentes colores y observé y observo y entiendo e incluso, a veces, me hago entender de vuelta en el barrio.

Tengo que decir que últimamente recuerdo mucho las primeras clases con Jose porque ahora yo me dedico a enseñar el alfabeto latino a personas migradas al Estado español y reviso mentalmente sus técnicas para adaptarlas y aplicarlas a mis grupos actuales. No obstante, no se limita a esto la inspiración que supuso Jose a la hora de enfocar mi carrera a la docencia porque a veces me veo gesticulando de una manera que me recuerda mucho a él, porque deseo transmitir a través de la alegría y el paso a paso, porque hoy, después de unos años de experiencia docente, asumo que ha marcado mi vocación y mi camino.

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dimecres, 20 d’octubre del 2021

Carta a un profesor

Queridísimo Alfredo,

 

            Te escribo esta carta como agradecimiento a tus continuos esfuerzos por hacer de este sistema educativo que nos gobierna, algo mejor. Eres más que consciente de que impartes una asignatura teórica en un mundo de asignaturas prácticas como es Arte Dramático, y eres capaz de que podamos respetar la historia del teatro o la pedagogía teatral, aunque tengamos que aprenderlas sentados en una silla. Tú me enseñaste que la ley, la normativa, es importante simplemente porque es necesaria, no para aquellos profesores que desean sacar lo mejor de sus alumnos y exprimir su talento al máximo, sino para aquellos que pasan la hora de clase hablando a los alumnos sobre su depresión, sus gatos, o sobre cómo el otro día quemaron su casa sin querer. 

 

            Además, no sólo miraste por mi bien mientras eras mi profesor, sino que de verdad te interesaba que yo pudiera labrarme un futuro estable, seguro, y todos sabemos que no es fácil llegar a eso a través de la profesión de actriz, puesto que dependes del trabajo, el talento y la suerte. Demasiados factores que no siempre están en tu mano. Y para solventar todos los obstáculos que la vida nos planteará, necesitamos valernos de algún colchón, algún seguro, algún plan B. Y aquí estoy ahora, caminando hacia mi plan B, preparándolo por si en algún momento de mi vida lo necesito, y todo gracias a ti, que me dijiste que Madrid podía esperar, que los teatros de Gran Vía no irían a ninguna parte, y que este máster sería más que beneficioso para mí en el futuro. Sólo espero que lleves razón, aunque estoy casi segura de que sí. 

 

Por todo eso y mucho más.

 

Gracias de corazón.

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divendres, 15 d’octubre del 2021

Carta al professor

 

Benvolgut professor de música de l'institut,

T'escric aquesta entrada de blog per a contar-te la motivació que m'ha portat a estudiar aquest màster.

La motivació que m’ha dut a estudiar el Màster de Professorat de Secundaria en l’especialitat de música ha sigut per dos raons: la primera per qüestions laborals, ja que pot obrir-me un nou camí per viure també de la música. I la segon, perque pense que l’asignatura de Música en un institut no s’hauria d’impartir igual que en una escola de música o un conservatori.

A l’assignatura de Música d’un institut els alumnes s’han de diveritir amb activitats que els motiven i que treballen aspectes musicals des d’un altre punt de vista. La meua experiència a classe de música de l’institut, com alumne, és com si estiguera a classe de llenguatge musical de l’escola de música del meu poble quan tenia uns 8 o 9 anys. Per tant, eren classes que per als que estudiàvem música ens resultaven aburrides. Fins i tot, recorde que un amic meu i jo que estudiavem al conservatori, ens convalidavem l’assigantura de música de l’institut perquè ens resultava molt poc interessant. De la mateixa forma, estan tots els alumnes de música que han cursat els cursos posteriors al meu i que conec i m’han contat les experiències que han tingut.

Amb els anys, he conegut amics i músics que són professors i que imparteixen classes de música a diferents instituts i m’han contat quines activitats realitzen a la seua assignatura i sempre els dic el mateix: “ojalà, haverem fet eixes activitats quan anava a l’institut...”. També, conec els casos de familiars o amics que són músics i que estudien o han estudiat al conservatori, que no s’han convalidat l’assignatura de música de l’institut perquè realitzaven activitats que els motivava a assitir a classe.

Com a conclusió, sols dir que l’assignatura s’hauria d’impartir com una assignatura diferent i atraient, que els alumnes s’ho passen bé i que no siga com una altra assignatura que hages d’estudiar o realitzar deures diàriament.

Cordialment, 

Jordi Pascual Bosch

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UN GRANDE

 

Jose Antonio fuiste mi profesor en la asignatura de Ciencias Sociales y fuiste uno de los mejores docentes que tuve en el instituto durante mi etapa de primero y segundo de la ESO.

Fuiste una fuente de inspiración para mi y para muchos con tu buen carácter delante de todos y tu preocupación por todos en cuanto si teníamos dudas o siempre que no nos encontrábamos bien a pesar que a veces te enfadabas cuando hacíamos alguna gamberrada pero al final nos reíamos en conjunto.

 Nos ayudabas día a día a superarnos,con tus exámenes la mayoría de la gente sacaba muy buenas notas y quien por ejemplo no sacaba tan buena nota te preocupabas por él y lo ayudabas lo máximo posible porque le resultaba difícil. Algo que siempre recuerdo era que nunca nos ponías deberes para casa obligatorios,ponías deberes pero los hacíamos en clase para así poder preguntar dudas incluso si queríamos se podían hacer en casa para estudiar el examen en clase o hacer otros deberes.Finalmente la semana de antes del examen corregíamos todos los ejercicios del tema.

 Espero que si algún día lees esto,te estoy muy agradecido por tu gran trabajo profesional y que te encuentres bien allá donde estés.

 

Un saludo.

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CARTA A "ESOS" PROFESORES

 DISEÑO Y ADAPTACIÓN CURRICULAR:

CARTA A “ESOS” PROFESORES:

No tan queridos profesores,

Es una satisfacción para mí que me hayan encargado esta actividad para el

máster, digamos que a modo de diario personal voy a realizar una queja a la que quizá y

solo quizá podríamos llamar “formal”.

Si tuviera algo de que quejarme sería de todas las veces que en clase recibí un

comentario vuestro del tipo: “a ver si traes las tareas, eres muy despistado”, “Juan no te

distraigas en clase”, “eres muy listo, pero no atiendes nada”. Durante años, las personas

de mi alrededor me agregaron una etiqueta por culpa de vuestros comentarios, una

etiqueta de vago, despistado y rebelde. Gracias a esa etiqueta, yo mismo decidí que era

el problema de las clases, hasta el punto de infravalorarme tanto que prefería dibujar o

hablar con un compañero antes que atender a las palabras del docente de turno. Pero si

algo he podido observar a lo largo de todos estos años, es que no toda la culpa era mía

después de todo.

En tercer año de universidad conocí a una profesora de interpretación que

cambió mi forma de ver el mundo, no por lo buena que era, sino al contrario. No sabía

de que trataba el temario que impartía, necesitaba ayuda de otros docentes para poder

llevar su clase y si osabas decirle que se estaba equivocando en lo que hacía, te llovían

comentarios negativos que para nada tú te merecías. Fue precisamente durante una de

esas clases donde se encaró con los alumnos donde tuve una revelación, ¿y si quizá

vosotros estabais equivocados?

A medida que creces, las palabras de tus profesores se plantean incuestionables,

se convierten en algo así como un dogma que tanto tú, como tus compañeros y tus

padres acatáis a la perfección para que este sistema (de mierda) pueda seguir

perpetuándose. “Papá el profe me ha castigado en clase” “Pues algo habrás hecho”.

Tendemos a pensar que la culpa siempre es del niño, y eso es lo que vosotros nos hacéis

creer constantemente. Si el alumno no atiende en clase será que tiene TDAH, como es

mi caso. Sin embargo, nunca he visto a un niño pequeño dejar de prestar atención a un

capitulo de Dora la Exploradora, quizás deberíais plantearos que VOSOTROS sois el

problema, ya que lo único que os importa es lo llenos que estén vuestros bolsillos a final

de mes y no lo que el alumno aprenda.

Escribo esta carta para deciros que os tengo de todo menos respeto, por arruinar

años de enseñanza a mis compañeros y a mí, y solo espero que cuando yo sea profesor

pueda enmendar tantos años de ineptitud y pasotismo, porque en la vida pienso ser lo que vosotros habéis sido.

PD: Gracias a todos los que, si me habéis enseñado y que me inspirasteis para

ser un gran profesor en el futuro, ojalá podáis mirarme algún día y decir que estáis

orgullosos de mí



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De banda a la admiración.

 Práctica 1. DAC. Carta a profesor.

 

Siempre recordaré que fuiste el único profesor que me puso un 10 en la asignatura de banda, al que reclamé el habérmelo puesto. La verdad que la elección del repertorio, la humanidad, cercanía y entendimiento que conseguías con el alumnado para mí era fabuloso. Nunca olvidaré lo que me divertí con esa asignatura durante el año que pude disfrutarla a tu lado. La verdad que fue un palo muy duro para mí el que te marcharas e incluso me planteé el dejar el conservatorio porque una de mis grandes motivaciones era esa asignatura y tú como profesor, unido a mi lesión, fueron unos años muy duros que cada vez pesaban más. Siempre confiaste en mí, supiste ver el potencial que tenía, cosa que me supiste trasladar y tal vez ese empujón hizo que haya llegado tan lejos o el camino me haya sido algo más liviano.

Siempre lo he dicho, espero pronto volver a estar bajo tu batuta maestro. Muchas gracias.

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Gracias Inés (Iván Díez Moreno)

 

Iván Díez Moreno 

Son nuestras vivencias las que forman y dirigen nuestro futuro”.


Esta breve frase seguramente defina a muchos de los futuros profes que hoy nos encontramos cursando el Máster de Educación, pues estoy seguro de que un buen número de los aquí presentes hemos tenido “ese” profesor especial. Hizo que nos decantásemos por estudiar la carrera que hemos cursado y que deseásemos con fervor llegar a ser tan buenos docentes como él (o ella, en mi caso). Por eso mismo, esta carta es para ti, Inés.

Cuando entré al bachiller científico, bien recordarás que yo era una persona muy distinta a la que soy hoy en día. Tímido, introvertido y demasiado centrado en los estudios como para ver todas las posibilidades que podía ofrecerme el mundo que me rodeaba. Tú me ayudaste a cambiar esas cosas a través de la lengua y la literatura, materia que, pese a que siempre se me había dado bien y pese a mi gusto por la lectura, nunca me había apasionado a nivel académico (probablemente debido a docentes que eran totalmente opuestos a ti, o que sencillamente tuvieron una forma de enseñar que me fue indiferente).

Si bien siempre tuve la vocación de ser maestro desde bien pequeño, enfoqué completamente mis estudios de secundaria y bachillerato hacia las matemáticas. Sin embargo, gracias a ti empecé a plantearme otras posibilidades y la lengua y la literatura me salvaron de ser la persona que creía querer ser y me llevaron a ser la que realmente deseaba. Entrar en filología me abrió la mente en muchos sentidos (tanto personales como académicos), y eso te lo debo a ti.

Tengo la suerte de poder mantener todavía contacto contigo y ahora con tu hija Nora –de tal palo tal astilla, pues también es una profesora brillante– , por lo que todo esto ya te lo he comentado personalmente. Aun así (por si no hubiera quedado ya bastante explícito en las líneas anteriores), voy a dejarlo por escrito para que, como buen filólogo, estas palabras no se las lleve el viento: gracias.

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Carta al profesor

 

Hola, José Ramón.

Espero que, con todo lo sucedido estos dos años, estés bien y disfrutando de la jubilación. Nosotros seguimos igual, aunque han pasado casi siete años desde que nos vimos por última vez.

Me han pedido que le mande una carta al profesor o profesora que nos hizo la vida imposible durante alguna etapa de nuestra carrera estudiantil o nos marcó en el sentido contrario, en el positivo. Tranquilo, estás dentro del segundo grupo. He tenido que lidiar con algún majadero de vez en cuando, pero nunca he sido vengativo o rencoroso. Siempre me parece más valioso sacar a relucir lo bueno de alguien, que pocas veces abunda, que sacar los trapos sucios de nadie.

Puede que suene un poco exagerado, pero nos descubriste nuevos mundos que, ni por asomo, atisbábamos a imaginar. Convertiste el transito por tus clases en el ejemplo idóneo para certificar que, en muchas ocasiones, lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. Nos paseaste por el tambor y la cúpula de la catedral de Florencia sin necesidad de movernos del pupitre y nos quedamos alucinados cuando descubrimos la lucha entre las fuerzas centrípetas y centrífugas que atesora Laocoonte y sus hijos. Conseguiste que conociéramos cada detalle de la catedral de Santiago de Compostela a través de tus ojos, los ojos de aquel estudiante que en los días de lluvia no tenía más remedio que cruzar el transepto del edificio para atajar y evitar parte del chaparrón.

Por todos esos viajes y trayectos, gracias, pero, sobre todo, gracias por enseñarnos a inculcar lo aprendido de ese modo, ya que si no hubiese sido por profesores como tú, jamás hubiese pensado ni por un segundo en dedicarme a la enseñanza.

 

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Referente

 Nunca he escrito a ningún profesor, he tenido muchísimos profesores, pero sólo uno me ha marcado y me ha acompañado desde que era un niño de 8 años hasta el día de hoy. No fue mi primer profesor pero el único que me ha enseñado la base desde niño. Ha sido un profesor ejemplar donde hemos tenido altibajos pero siempre se preocupaba por mi crecimiento como músico llevándome al límite en cada interpretación de obras, estudios o en la técnica.

Esto se evidenciaba cuando me dedicaba más tiempo en clase de la que me toaba con él, ayudándome a estudiar mientras le daba clase a otros compañeros.

Dejó de dar clase en la banda donde empecé con la música pero yo quise seguir dando clase con él y se ofreció a darme clases gratuitas en su casa, y así fue, me desplazaba todas las semanas a su pueblo a dar clases. Me preparó para las pruebas de acceso a la carrera y lo logré.

Ambos somos participes de nuestro crecimiento como músicos, personas y profesores. Parecía que el nuestros caminos se “separaban”, pero realizando la carrera me encontraba en un estado anímico y motivacional bajo debido a profesores que no se preocupaban por los alumnos, que no se interesaban en seguir formándose y manteniéndose actualizados… y casualmente nuestros caminos se volvieron a juntar y entró de profesor al conservatorio donde realizaba la carrera. Con su llegada todo cambió a mejor, sus clases eran activas del minuto uno al último, cada día aprendía algo nuevo, y mi nivel creció musical, personal y anímico.

En resumen todo lo que he logrado es gracias a él y le debo todo ya que ha sido mi referente y mi pilar fundamental en mi carrera como músico.

Gracias por todo

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Mis profesoras preferidas, entre ellas, mi madre

Mi profesora preferida: María Bernabeu (Lengua y Literatura Castellanas, 3º y 4º ESO) 

Mi profesora preferida de Lengua Castellana y Literatura fue María Bernabeu. Con mi clase la tuvimos los cursos de 3º y 4º de la ESO en el colegio concertado San Roque, de Alcoy. Lo primero que aprendí de ella fue su amor, su pasión, por los clásicos literarios (me aproximé a El Cantar de mio Cid, El Lazarillo de Tormes), sin olvidar su actitud disciplinaria, también. Pero sobre todo a María le debo mi absoluta devoción por la análisis morfosintáctico. Convertido casi en una especie de obsesión en el día a día –analizando las frases/oraciones de mis amigos incluso durante horas de charla en un bar- o incluso mis propios pensamientos, conseguí darle salida dando clases particulares. Claro, hice como mi profesora; transmitir mi pasión a los alumnos que tuve. No todos fueron igual de receptivos que yo. Pero recuerdo la última, que también se llamaba María, que pasó de sacar casi ‘ceros pelaos’ a Notable. Como anécdota, sus padres me dijeron que me iban a montar una tienda de campaña en el salón de su comedor con tal de que no abandonara las clases particulares a María. Por cierto, esta alumna, adolescente de 1º de Bachillerato, buscaba clases de Latín. ¿Sabéis a quién le recomendé? A mi profesora preferida, la otra María, la Bernabeu.

Mi (primera) profesora preferida: mi maestra, María Amparo Doménech

Recuerdo la primera vez que la vi en clase (un día que salí del colegio más pronto y no pudo venir la niñera a por mí). Allí no respiraba nadie. Quién me iba a decir que mi madre tenía ese carácter, imponía ese respeto entre casi cuarenta adolescentes, más alborotados que nada. En casa, tanto ella como mi padre fueron siempre muy exigentes con los estudios míos y de mi hermana (venían de una saga de maestros, mi abuelo y abuela maternos, mi tía…) pero ver a mi madre en acción fue sorprendente, y casi, a la vez, halagador. Todo el mundo hablaba maravillas de ella, fuera del aula, a pesar de su semblante y actitud estrictas. Se llevaban siempre el trabajo a casa, a la hora de comer, de cenar… Vivían mucho su profesión, su vocación, en ocasiones, demasiado. De ellos, de mi madre especialmente, aprendí la capacidad organizativa a la hora de gestionar el tiempo y de realizar tareas. Con ayuda de los dos desarrollé una pasión por el hábito del estudio, de lo que fuera. Ser buena en todo y tener a tus padres en el mismo centro era carne de cañón para otros alumnos, pero me seguía encantando estudiar. Mi madre fue mi primera maestra, sobre todo, porque me acercó a los idiomas. He aprendido y perfecciono el inglés y el francés, lenguas que ella conoce, mientras que mi hermana se ha decantado más por la técnica, el dibujo, la rama de mi padre. Con el tiempo me he dado cuenta de que fue una suerte para mi intelecto tener a dos maestros en la habitación de al lado.

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Oportunidad para ser crítica

Desde bien pequeña he sido una niña muy estudiosa y aplicada, pero sobre todo y lo que más puedo decir que me haya caracterizado en mis estudios ha sido la constancia. De los recuerdos que aún tengo grabados en mi mente y espero no perderlos porque los recuerdo con gran cariño, disfrutaba haciendo los deberes todos los días al llegar a casa, tanto que hasta incluso me encantaba que me comprasen los cuadernillos de verano. Bueno, he de decir que no me gustaban todos, porque yo creo que ya apuntaba maneras… me costaba a horrores lo relacionado con los temas de memorizar… Prefería mil veces todo lo relacionado con la práctica, la creatividad y los ejercicios manuales. 

También, he tenido la gran suerte de poder hacer las actividades extraescolares que he querido, he podido probar lo que podía, hasta el punto de sobrepasar mi tiempo de tantas actividades.

Digo todo esto porque considero relevante el recorrido en mi educación para llegar hasta donde estoy ahora mismo.  A parte de ser una “niña buena”, aplicada y constante he sido muy observadora sobre todo de los pequeños detalles (esto no es algo de lo que me diese cuenta antes, sino que he reflexionado y me he dado cuenta con el paso de los años).

Al fin y al cabo, son muchos los años los que he estado estudiando desde infantil a bachiller. No he tenido una gran variedad de profesores en esa época, pues iba a un colegio pequeño con una clase por cada curso de primaria y dos por cada curso de la ESO o Bachiller, por lo que era como una pequeña familia, lo que puede ser mejor o peor.

He tenido, creo, los suficientes profesores como para poder darme cuenta de lo que me gustaba y lo que no.

Pero hubo un día que algo cambió en mi cabeza, como si alguien le hubiese dado a un interruptor… y se hubiese encendido en mí una luz que me permitía ver más allá.

Desde pequeños normalmente se les pregunta a los niños que quieren ser de mayores y como muchos de ellos, yo también cambiaba de idea. Quería ser fisio, quería ser matrona… hasta que llegó ese día, cuando pensé… yo quiero ser profe, decía en mi interior. Ese día, la profe de matemáticas y plástica, Marian, explicaba como nunca antes lo había hecho, captaba la atención de todos y cada uno de los estudiantes, utilizaba sus propios métodos para que nos apasionásemos tanto por las matemáticas como por la expresión artística y, desde entonces, no se me quitó de la cabeza la idea de ser profesora.

Pasaban los años y me daba igual de que ser profe; de mates, de francés, de guitarra, de esquí… aunque me lo tomaba como algo a parte de lo que decía que me quería dedicar, a la arquitectura y todo esto porque me encantaba el programa de “Esta casa era una ruina”. Yo creo que en el fondo debía tener algo de entusiasmo por cambiar las cosas y por mejorarlas, por poner unir la creatividad y la enseñanza, por cambiar todo aquello que no me parecía correcto, que no me gustaba o que pensaba que podía mejorar.

A lo largo de los años he tenido profesores que me han hundido, me han desmotivado y me han quitado las ganas de todo. Hablo tanto desde alguno de primaria como muchos de la universidad. Parecía como si su único objetivo, sobre todo en la universidad, era hacerme ver que no era válida para lo que estaba haciendo. ¿Cómo puede un profesor infravalorar tanto a un alumno?, ¿no se supone que está para apoyarle y sacar lo mejor de él? Estas son algunas de las numerosas preguntas que pasaban por mi cabeza. No estaba conforme así que cada día con más ganas he querido acabar arquitectura para poder hacer lo que realmente considero como un sueño.

Por último, quiero decir que ha sido gracias a todos y cada uno de los profesores referentes, como aquellos que me desmotivaron los que me han permitido crecer, pensar de forma crítica y despertar en mí las ganas de cambiar algo mediante la enseñanza ya  que considero esta como base fundamental.

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dijous, 14 d’octubre del 2021

La noche es para la literatura.


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dimecres, 13 d’octubre del 2021

Se hizo la luz




Fui la última de 4 hermanos, los 3 anteriores estudiantes brillantes, todos y sobretodo los profesores esperaban mucho de mi...pero la realidad era otra. Yo nunca fui "buena estudiante" tanto lo escuché, que me lo creí y pasé toda la primaria de despacho en despacho y de clase de refuerzo en clase de refuerzo. Cada dos por tres los profesores llamaban a mis padres "esta niña estudia por la familia en la que está sino, no podría" y  en consecuencia me sacaban a unas clases donde yo no sabía muy bien qué hacer con el chico que no entendía que 2+2 son 4 y la niña sorda con problemas de comunicación. Igual yo no era lo que todos esperaban, quizás mi forma de aprender era un poco distinta, mi ritmo también, pero tonta no era. La cosa no mejoró nada en toda la primaria, con los mismos maestros y compañeros, simplemente nos encasillamos  ellos a mí y yo a mi también, nunca adoré a mis maestros, a día de hoy no les guardo ni un poco de cariño.

Cuando pasé a secundaria yo ya no era “ni la hija de, ni la hermana de”, tampoco iba con mis compañeros de siempre y poco a poco la cosa fue mejorando. Seguía pensando que no servía para estudiar, pero tenía que hacerlo, en mi casa nadie había dejado los estudios ni nada parecido, así que fui sacando todo sin ir de sobrada, con bastantes cincos y alguna recuperación pero sin mucho esfuerzo.

Llegó la hora de hacer la selectividad, la hice, porque tocaba, porque había que hacerla y aprobé. Con la sensación de no haber decidido nunca nada, elegí una carrera al tuntún con la única premisa de que no fuera difícil, porque yo "soy mala estudiante" y no salió bien, como muchos universitarios el primer año.

Ese verano tuve que tomar una decisión y sabía que no quería seguir estudiando, decidí que iba a montar un bar, una idea genial para una chica de 18 años sin experiencia…hice mil bocetos y diseños de cómo sería.

Y entonces se hizo la luz, lo entendí, no quería montar nada, simplemente me gustaba diseñar, decorar y buscar soluciones en el espacio.

Empecé a estudiar diseño de interiores y pasé de ser una mala estudiante a sacar notas que nunca antes había visto. Además tenía profesores apasionados por lo que hacían y a mí me interesaba muchísimo, así que todo era muy fácil. De esta etapa si recuerdo a los profesores con mucho cariño porque  disfrutaba en las clases,  sobre todo con Geli la profesora de historia del diseño, lo explicaba todo desde la emoción. Siempre pensé que si algún día llegaba a ser profesora ella sería mi referente,  así que aquí estoy, gracias Geli por disfrutar de tu trabajo y enseñar desde el corazón.


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En casa de herrero, esta vez no hay cuchillo de palo

 A decir verdad, nunca me había planteado esta pregunta. Siempre me he considerado una persona con muchos intereses e inquietudes por seguir aprendiendo y formándome. Este interés lo he tenido desde bien pequeña y, en parte, ha sido gracias a mi madre. Ella siempre ha sido una mujer luchadora, muy trabajadora y que aún en tiempos difíciles, ha sacado toda su energía por seguir hacia delante. Puede que quizá, sin ser yo consciente, adquiriese estos intereses e inquietudes al verla a ella. Yo quiero ser igual que mamá, le decía siempre a mi padre. 

Tras graduarse en enfermería, empezó a tener cierto interés en la docencia y, gracias a ese interés y el apoyo de mi padre, siguió estudiando hasta obtener la capacitación como docente. Yo la veía en casa, preparándose todo el material para sus alumnos, con los nervios a flor de piel y practicando delante del espejo, siendo tanto mi padre como yo sus alumnos y escuchándola cada vez que empezaba el curso y sentía los nervios de cada comienzo de etapa. 

Considero que para mi ha sido todo un referente. Al terminar el grado en químicas, pensaba que tenía muy claro cual era mi objetivo: me quiero dedicar a la investigación, me encanta trabajar en un laboratorio. Sí, empecé un máster para seguir con el doctorado, pero creo que, desgraciadamente, en un país equivocado. La falta de recursos, principalmente económicos, hacen que el día a día en un laboratorio de investigación español sea todo un reto para los doctorandos como yo. Pensé en irme fuera, intentar seguir luchando por mis sueños, pero me dieron la gran oportunidad de dar docencia a grupos reducidos, dentro de los laboratorios de mi departamento, a los alumnos de otras carreras (química, ciencias del mar, biología…). 

Acepté enseguida, por supuesto. Pero cuando me enfrenté a mi primera clase, salí con ganas de no volver a entrar en una clase. Miedo escénico, pánico, incertidumbre. ¿Soy una buena química? ¿Sería una buena docente? Ahí es donde entró mi madre, mi referente, en acción. Una de las personas que, probablemente, más me conozca. La que sabe todas mis fortalezas y mis debilidades, la que siempre me apoya. 

Fue ella quien me dio las pautas que a ella le sirvieron para dar sus clases, además de algunos tips para que los alumnos prestasen atención a mis explicaciones, no se fuesen por las ramas haciendo preguntas que no procedían y que, además, se divirtiesen en las prácticas de laboratorio ya que, al final, deben ser las sesiones más interactivas tanto para el alumnado como para el docente. 

Obviamente, a lo largo de mis años de educación tanto escolar como universitaria, he podido disfrutar y aprender de muchos docentes que me han aportado mucho conocimiento y ganas de aprendizaje. A pesar de ello, creo que lo he tenido más cerca si cabe al poder disponer, en mi propia casa, de una persona a la que le apasiona aprender y enseñar tanto como me está gustando a mi desde hace un par de años.

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Mi profe de Biología y los niños de clases particulares

No tenía muy claro sobre quién hablar, pero tras darle unas vueltas considero que debería destacar a una profesora y a los niños que les impartí clases particulares cuando aún estudiaba. 



 ¿Por qué he elegido a esta profesora?

Me lo he preguntado yo misma, y tras darle vueltas creo que ha sido porque fue muy buena profesora, todos mis amigos conseguimos más de un 9 en selectividad, siendo la única nota sobresaliente que tuvimos más de uno durante el curso, y por supuesto, en selectividad. 

Gracias a ella entendimos a la perfección la materia y tener la satisfacción de sacar una nota tan alta en selectividad, nota que te ayudará a estudiar lo que realmente quieres. Nos encantaba a todos la profesora por lo entretenidos que nos tenía siempre en clase, estábamos atentos y no nos daba tiempo a aburrirnos. Lo mejor de todo fue cuando vimos la pregunta de selectividad que más puntos contaba y nos miramos todos, esa pregunta era la canción sobre la respiración celular que nos ponía la profesora para terminar la clase, lo teníamos hecho, sólo teníamos que evitar que nuestra explicación tuviera rimas.

De todo esto con lo que deberíamos quedarnos es lo importante que pueden llegar a ser los profesores en la vida de los alumnos, me encantaría poder llegar a ser esa profesora algún día.

Por otro lado, tengo que destacar a los niños que ayudaba dándoles clases particulares. Generalmente suelen ser niños con problemas en casa, o en mi caso, un niño con problemas de hiperactividad. Me di cuenta que en estos casos el apoyo del equipo docente les puede ayudar muchísimo.

Considero que en situaciones en las que el día a día de los alumnos en casa no es idóneo, la influencia de sus profesores realmente puede cambiarles la vida.

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WELCOME MATÉMATICAS!

Nos hacemos mayores, y muchos de los recuerdos de la infancia que uno tiene se difuminan con cada cana que aparece en nuestra cabeza. Pues bien, entre esos vagos recuerdos me viene uno a la mente, y no es de nada en concreto, sino de alguien. Ese alguien despertó la curiosidad en mi joven cerebro sobre una asignatura que, hasta la fecha, no era de mis preferidas (si quitamos Gimnasia, como todos). A esa persona la llamaremos “Profesor” y la asignatura en cuestión eran matemáticas.

Que decir de esas clases con “Profesor” con esas matemáticas tan peculiares, eran las de siempre pero de una forma diferente. ¿Diferente?... Sí, básicamente, la forma en la que se expresaba, la paciencia enseñándolas, y la facilidad en transmitirlas hizo que la asignatura en sí destacase entre todas las demás, priorizando su aprendizaje. Todo esto me motivó para ser profesor. Y es que como reflexión final, lo que al final cuenta no es tanto la capacidad de lo que los alumnos hayan sido capaces de aprender o no, sino conseguir que al final del curso tus alumnos sientan curiosidad por la asignatura, ganas de aprenderla y lo más importante, que sean felices y no terminen por odiar las matemáticas.

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